30 de mayo de 2010

PENTECOSTES

Origen de la fiesta

Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.
La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.
En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.

La Promesa del Espíritu Santo

Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice:
“Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa:
“Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).
En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.

Explicación de la fiesta:

Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.

Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.

En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

¿Quién es el Espírtu Santo?

El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.

Señales del Espíritu Santo:

El viento, el fuego, la paloma.

Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos señales prende fuego.
El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.

Nombres del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador.

Misión del Espíritu Santo:

  1. El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.

  2. El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.

  3. El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.

  4. El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.


El Espíritu Santo y la Iglesia:


Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.

El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.

Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado; etc.


El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.

El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia.

El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.

Los siete dones del Espíritu Santo:


Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.


SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.


ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.


CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.


CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.


FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.


PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.


TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.

18 de mayo de 2010

CUMPLEAÑOS DE NUESTROS HNOS DE LA COMUNIDAD DE JUAN PABLO II

Con mucha alegría, el pasado domingo 16 nos unimos en la eucaristía para festejar en la parroquia Espíritu Santo, el cumpleaños nº 2 de nuestros hermanos de la comunidad Juan Pablo II.
La misma comenzó con la misa de hs 20 y luego compartimos con ellos un agasajo junto a todo el movimiento.
Los chicos de la comunidad de Juan Pablo II, presentaron su remera, su bandera y nos obsequiaron a todas las comunidades hermosos recordatorios!
Desde nuestra oración elevamos al Padre, nuestras intenciones por su comunidad para que los fortalezca siempre en su amor y para que perseveren unidos en la construcción de Reino de Dios! Animo a toda su comunidad y especialmente a los coordinadores: Gabriela Ramos y Cristian Biassini! ¡Muchas felicidades y bendiciones! "Que sepa el mundo, que sepa hermanos que el fuego santo debe arder...oh bella chau!!!"

5 de mayo de 2010

LA LIBERTAD ES POSITIVA

La libertad consiste en decir sí más que en decir no. Así se eligen unas cosas en lugar de otras. Esto tiene sus consecuencias lógicas en la vida, pues cada uno es y se hace a cada momento. La libertad es una palabra positiva que conlleva una gran responsabilidad.

La principal repercusión de esta característica de la libertad se ve más explícitamente en las opciones de vida más fundamentales: el noviazgo, el matrimonio, la vida consagrada o el ser soltero, por poner algunos ejemplos. El novio enamorado dice que sí a cualquier compromiso que le implique sacrificarse por la mujer que ama; el que está a punto de casarse dice sí a un amor perdurable; un consagrado dice sí al amor que siente siguiendo a Cristo y donándose a través del amor y de la oración a más personas.
En estos casos se ve claramente que la libertad es positiva; es más, conlleva una variante de exigencia que brota de una virtud fundamental: el amor. Se es libre por amor, se hacen opciones radicales por amor. Todo radica en el saber decir sí por amor.

La mayoría de los problemas y dificultades en la vida comienzan cuando se cree que la libertad consiste sólo en decir no. En parte se tiene más madurez para decidir ciertas cosas. Pero siempre está la capacidad de pensar qué más se puede hacer o cómo se puede ayudar a los demás.

Es muy fácil escuchar un no de un padre de familia que responde a su hijo porque le pide más tiempo para jugar. Es menos común oír un sí. Pero, ¿qué pasaría si el padre de familia le dice al hijo que si hace a tiempo sus tareas y se las muestra terminadas, podrá tener otra media hora de juego? ¿Qué pasaría si se le propone al chico ver después con él una película de valores, o un juego en un parque el fin de semana si se porta bien? Muchas veces el amor lleva a decir que no. Pero no debe ser esto lo que predomine. La iniciativa y la imaginación deben ser las armas de los que quieran formar con amor en la libertad.

Reprimir las ideas o iniciativas no está de moda. Esto se ve en los jóvenes que se rebelan hoy porque no les dejan actuar en casa. Encauzar y proponer, no reprimir, son las actitudes del buen formador de la libertad en el amor.

En síntesis, se puede decir que tanto en las opciones fundamentales, como en las exigencias cotidianas por amor, es más fácil encauzar ideas y proponer que simplemente reprimir. Dios nos enseña que la verdad nos hará libres, y libres seremos si dejamos actuar a Cristo en nuestro corazón.